Siempre he tratado de tener
paciencia en esos casos, pero como controlar la ansiedad si te encuentras
apresado en un espacio no mayor a 3m2, en donde sonidos estruendosos vienen y
van sin previo aviso que conseguirían crispar los nervios hasta al paciente
recién medicado por algún doctor psiquiátrico; el calor agobiante de ese verano
intensificaba la tortura, mi cuerpo esbozaba los primeros síntomas de
deshidratación, mi propio humor y esa sensación pegajosa que deja la excesiva
sudoración me eran repulsivas. Miraba fijamente el reloj de mi muñeca creyendo
que podría adelantar el tiempo y finalizar mi tormento, pero lo único que
alcanzaba era extender mi agonía. Así que decidí liberarme dirigiendo mi mano
hacia la antigua manija un tanto oxidada de mi modesto Volkswagen 69, pero
cuando me creía victorioso e iba poder tomar un respiro de ese tráfico
infernal, el miedo embargó mi cuerpo al ver que la
mentada manija no existía. Ya para eso la realidad se tornaba diferente, sentía
el espacio reducido, asfixiante, en donde esos 3m2 son un recuerdo
placentero. El sorpresivo ruido que generaban los claxon eran imperceptibles
ante un desconcertante bullicio similar a aullidos de féminas aterradas, el
calor ya no era un problema, más bien, sentía escalofríos propios de la
presencia de ánimas purgantes que circundan mi ser acrecentando mi pánico.
Pareciera que esos espectros querían apoderarse de mi alma y yo luchaba contra tal
bizarra situación. Mi visión nublosa se esclareció en el momento que
incandescentes chispas llovían por mi cuerpo, chirridos metálicos hacían
vislumbrar una dentada sierra eléctrica que se aproximaba a mi rostro, una mano
ejercía presión fuertemente sobre mi pecho y un individuo de
inusual vestidura roja, aprisionaba mi cuello con cierto artefacto. Sentí que
unos brazos me levantaron, depositándome sobre una rígida tabla blanca a la que
fui fuertemente amarrado. A cargas era trasladado, como si me llevaran a
sacrificarme en ofrenda de algún Dios pagano. Sólo alcancé a divisar
unas intensas luces rojas titilantes, antes de ser apresado en compañía de mis
captores, en una hermética cabina metalizada. Pasaron a colmarme de tubos,
amenazantes con inyecciones, posiblemente letales, me empezaron a interrogar.
-¿Cómo te llamas?, ¿Dónde estás?, ¿Quién eres?
Una voz alterada gritó:
- ¡Despejen…!
Empezaron a torturarme con shocks eléctricos que irrumpieron brutalmente mi anatomía y luego uno de mis captores observando una especie de pantalla dijo:
-Al fin, ya reaccionó: ¡David acelera!, igual tenemos que llegar pronto al hospital, ha perdido mucha sangre.
Recobraba paulatinamente la conciencia y comprendía lo sucedido, debía agradecer a ese puñado de bomberos que luchó por horas en contra de fierros retorcidos, consiguiendo liberarme. Avergonzado, solo me queda un sentimiento de cólera hacia mi persona por ser el causante de ese estresante embotellamiento vehicular, propio del desliz al exceder la ingesta de whisky en ese cautivante bar.
Una voz alterada gritó:
- ¡Despejen…!
Empezaron a torturarme con shocks eléctricos que irrumpieron brutalmente mi anatomía y luego uno de mis captores observando una especie de pantalla dijo:
-Al fin, ya reaccionó: ¡David acelera!, igual tenemos que llegar pronto al hospital, ha perdido mucha sangre.
Recobraba paulatinamente la conciencia y comprendía lo sucedido, debía agradecer a ese puñado de bomberos que luchó por horas en contra de fierros retorcidos, consiguiendo liberarme. Avergonzado, solo me queda un sentimiento de cólera hacia mi persona por ser el causante de ese estresante embotellamiento vehicular, propio del desliz al exceder la ingesta de whisky en ese cautivante bar.